domingo, 25 de enero de 2009

Se te mete en los huesos. El sonido de mi propia respiracion, cadencioso, intranquilo, a la vez que doy lentos y cautos pasos sobre el suelo, que produce ese sonido licuado y pegajoso, susurrante. Chirria el oxido que baña las puertas, los radios de las ruedas y las paredes, pues no me atrevo a mirar al techo.

¿Esos suaves crujidos son los insectos? ¿Es la madera podrida, desmoronandose? ¿Es el peso de mi cuerpo sobre el piso que camino? No quiero quedarme quieto a descubrirlo.

Que lejos parece que queda la luz. Las viejas bombillas que cuelgan no llegan siquiera a titilar, solo brillan a medias, cubriendo la oscuridad en un manto de penumbra eterna.

Los gemidos se oyen cada vez mas fuerte. Estrangulados, sordos, pero inquietantemente cercanos. No puedo retroceder. Debo seguir adelante. Mi corazon late cada vez mas fuertemente.

El miedo es todo lo que existe aqui, en este terrible lugar. Se que esta en alguna parte, muy cerca, y que acabara por encontrarme. Y cuando por fin me encuentre, todo habra acabado.

Todo habra acabado... para los dos.

En este otro mundo, donde lo oscuro inunda el cielo, donde no hay salida.

(Me dio la paranoia, nunca mejor dicho. Voy a por la Torazina.)

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